Aunque el historiador y el novelista hacen uso del relato el novelista posee privilegios de los que el historiador no puede disponer en relación al lenguaje y al estilo. Ya sea por la búsqueda de rigor científico (rigor no exento de superstición al pretender la neutralidad y la exactitud objetiva en la reconstrucción del pasado) o por una concepción demasiado solemne de los hechos humanos, el lenguaje del historiador es unidimensional; en el primer caso será un lenguaje fatigante, árido, incluso hermético cuando sucumbe el fetichismo de la cuantificación y de las estadísticas; en el segundo caso, el estilo será serio, grave, elevado, como el de la epopeya y la tragedia y su paradigma musical podría ser la "Heroica" de Beethoven. Por el contrario, la diversidad de estilos y tonos que puede utilizar un novelista se funda en una visión de la realidad en que la historia no sólo es el ámbito donde se manifiesta, con su carga de horrores y absurdos, la dimensión épico-trágica de los sucesos humanos, sino también, como dice en alguna página Calvino, lo que hay en ellos de irrisión y melodrama y de aventura picaresca (recuérdese, por ejemplo, el capítulo inicial de La cartuja de Parma de Stendhal), de ahí que en su registro musical combinen los tonos heroicos de la ópera trágica, con los de la opereta y la música callejera de prostíbulos y tabernas. En una contienda el historiador adopta el punto de vista de los vencedores o de los vencidos; como Homero, como Tolstoy, el novelista incursiona en ambos campos y con el corazón dividido emite el fallo superior de la justicia poética.
Pero el novelista es un historiador privilegiado todavía en otro sentido. Sé que por su relación o dependencia de las más respetadas instituciones de la patria y del propio Estado, de los cuales a veces son o por lo menos se sienten sus pilares, o por coerciones que obran en ellos con el peso de las interdicciones o de los tabúes (sobre todo frente a ciertos mitos nacionales, que, en parte, contribuyeron a forjar), los historiadores -ciertos historiadores- evitan incursionar en los campos minados de la historia de las naciones, o se detienen, retroceden, guardan silencio o se limitan a bordear el campo, aunque (y lo digo sin ironía) no por innobles razones sino muchas veces por las razones más nobles y elevadas, como ser, por ejemplo, evitar el dolor a las naciones de enfrentarse con aspectos controversiales y a veces humillante de su pasado.
Pero ahí donde el historiador olvida, el novelista recuerda. Y lo puede hacer no porque (necesariamente) posea un estatuto moral superior, sino porque el novelista frente al historiador profesional goza de un último privilegio. Como a su discurso sobre el pasado se le niega legitimidad por lo que hay en él de fabulación y juego, de humor e ironía, e incluso, de irreverencia desacralizante, el novelista utiliza este feliz privilegio para ofrecer a las naciones, por encima de las interdicciones y tabúes, imágenes crudas y descarnadas de sí mismas. Desde luego, todo esto será posible en la medida que el novelista se mantenga distante de los organismos de poder y comprenda que él no es pilar, ni mucho menos pilar fundamental, de las más venerables instituciones de la patria, pues su única y gran responsabilidad es ser fiel al espíritu de la novela.
Exposición:
-Miguel Gutiérrez
LUGAR Y DIA DE LA PRESENTACIÒN
Auditorio de la sede central, calle Real 125 - Huancay0
viernes 23 de Abril – 7:00 PM
No hay comentarios:
Publicar un comentario